In Latin America, Face Masks Become a Form of Expression
Mascarillas, mucho más que una protección contra el COVID-19
HAVANA (AP) — Rarely used in Latin America outside hospitals before the coronavirus pandemic, face masks are now compulsory for subway riders, supermarket shoppers and even joggers in some countries — and they’re becoming a colorful part of the region’s daily life.
Motifs showing up on masks are varied, often reflecting local cultures. There are lucha libre-themed masks in Mexico, logos of soccer clubs in Argentina, Batman characters in Peru and colorful swimsuit prints in Colombia.
Some activists sport masks with political statements.
“It’s a garment that has a strong visual impact,” says Lauren Fajardo, one of the owners of Cuban fashion brand Dador. “It is also a way to express yourself. I don’t even have to talk for someone to see what I’m trying to say with my face mask.”
When the virus first started to spread in Latin America, pharmacies quickly ran out of conventional face masks, pushing up prices and even forcing medical personnel to go without them. But with lockdowns putting the brakes on business activity, local manufacturers reacted quickly, and grassroots producers also jumped in.
In Havana, women working at home on their sewing machines used leftover fabric to make free face masks for neighbors. In Rio de Janeiro, samba schools suspended production of flashy Carnival costumes and began churning out colorful masks.
Guatemalan President Alejandro Giammattei appeared on television wearing a mask emblazoned with the country’s name, and his government commissioned the production of 4 million of the masks that were handed out for free.
In Peru’s capital, designer John Sanchez stopped printing designs on mugs and T-shirts, and used his equipment to make face masks with patriotic slogans like “Resist Peru” or with the logos of institutions like the national police force.
“My previous production ground to a halt,” Sanchez said. “So I started to make face masks that had an added value — like messages that keep people positive.”
More than 40 fashion companies in Colombia are producing masks, including several swimwear brands whose bikinis usually sell for $100 through U.S. retailers like Nordstrom’s, Bloomingdales and Amazon. The masks are made with the same colorful prints of toucans, jaguars, hummingbirds and other tropical motifs as the swimsuits.
“We wanted to be part of what is happening in the world right now,” said Carolina Ordoñez, chief designer at Palo Rosa beachwear, a Bogota company with 15 seamstresses. “We also needed to find work for the people who sew for us, so we are reinventing ourselves.”
In Bolivia, the Mujeres Creando feminist association is making masks that emphasize women’s rights. “Staying at home is not the same as staying quiet,” says one message.
Many entrepreneurs think masks will be popular for some time.
“They’re here to stay,” said designer Leon Campa, who runs Benik, a Mexican company that makes colorful wallets, pencil cases and backpacks inspired by the country’s cultural motifs. The company, based in the central state of Guanajuato, now makes 500 face masks each day that feature similar prints.
Campa expects masks to continue evolving.
“Shoes would be a good comparison,” he said. “You can live without them, but using them provides benefits, and they’ve evolved in all kinds of sizes, styles, colors and materials.”
SPANISH:
LA HABANA (AP) — En los diferentes países de América Latina les llaman tapabocas, nasobucos, bosales, barbijos o mascarillas y hay quien incluso asegura que llegaron para quedarse.
Los pequeños rectángulos de tela u otros materiales que protegen la parte inferior del rostro se convirtieron en estos dos meses –debido a la obligatoriedad de llevarlos puestos en algunos lugares o a su capacidad de protección ante el nuevo coronavirus– en algo cotidiano. La moda no los desaprovechó, los activistas los usan para difundir sus mensajes y los emprendedores para enfrentar la crisis de sus talleres.
“Visualmente es algo impactante”, dijo a The Associated Press la diseñadora Lauren Fajardo, copropietaria de la firma de modas cubana Dador. “Es también una forma de expresión, no tengo ni que hablar para que sepas a partir del nasobuco lo que estoy transmitiendo”.
Héroes de la lucha libre en Ciudad de México, sonrisas al estilo “Guasón” en Lima, de camuflaje verde olivo en Caracas, bordados típicos de culturas ancestrales, estampados de dólares en Montevideo… Los motivos de las mascarillas son tan coloridos como originales y variados. Incluso memes que circulan en internet desde el inicio de la pandemia muestran modelos confeccionados a partir de botellones plásticos, con agujeros para tomar ron o sostenes femeninos.
Cuando el brote del virus empezó a crecer, las pocas mascarillas que había disponibles en las farmacias desaparecieron, hubo un pánico que subió sus precios por encima y el personal médico lamentó que ni siquiera ellos, los más expuestos, pudieran tenerlas. Después, el estallido de ingenio que transformó sus formas, diseños y materiales se extendió por toda la región.
En La Habana, amas de casas con sus máquinas de coser aceptaban retazos de cualquier tela y sentadas en sus portales hacían nasobucos para sus vecinos gratis, mientras que en Río de Janeiro escuelas de samba pararon la confección de sus trajes multicolores de carnaval para confeccionar estos cubrebocas.
Las autoridades también los adoptaron: en Guatemala, el presidente Alejandro Giammattei apareció públicamente con uno que tenía el nombre de su país bordado y el gobierno mandó a hacer cuatro millones de estos para entregarlas a la población. Presos en el país centroamericano cosieron unos 10.000 que luego donaron.
Esta no es la primera vez que se popularizan, aunque sí su variedad. En Occidente también se les vio a comienzos del siglo XX durante la pandemia de la gripe española, un antecedente del actual coronavirus en términos de contagio y mortalidad.
Más recientemente, el uso de los barbijos en las calles se adoptó antes de la pandemia. Jóvenes de tribus urbanas se los ponían, sobre todo en los países asiáticos en sintonía con sus héroes de musicales del “kpop”.
En Corea, China y Japón –previo a la aparición del virus, a finales del año pasado– podían verse para combatir fenómenos de contaminación atmosférica –como las tormentas de polvo amarillo– o como parte de una tendencia llamada “Da-teh masuku” o “Just for Show Mask”. En América Latina, en los meses anteriores al estallido de la emergencia sanitaria, los cubrebocas fueron usados por manifestantes en protestas como las de Ecuador para ocultar sus identidades.
Ahora, su confección también es una opción para que pequeños empresarios ayuden a sus finanzas. En Lima, Perú, el diseñador John Sánchez puso su taller a funcionar para enfrentar la crisis económica y transmitir ideas.
“Todo tipo de producción anterior se congeló”, explicó a la AP. Sánchez dirige su pequeño negocio de estampados en serigrafía como tasas. “Quise agregarle un plus, mensajes para que la gente tenga mente positiva”.
Sus máscaras muestran consignas como “Resiste Perú” y otras tienen el logotipo de la policía.
A su vez, mujeres bolivianas de una asociación feminista de La Paz vieron la posibilidad de transmitir sus consignas: “Quédate en casa no es igual a quédate callada en casa”, rezan sus cubrebocas de color lila y tela lavable.
“Este barbijo se ha vuelto esencial y por eso nosotros queremos llegar con mensajes en contra no sólo de la violencia patriarcal. Llamamos a todas a que se rebelen, que no están solas”, agregó Julieta Ojeda, miembro de Mujeres Creando.
En Argentina, diseñadores de alta costura como Benito Fernández, Verónica de la Canal y Marcelo Senra comenzaron a incluir los tapabocas entre sus “outfits” y hasta hicieron una subasta a beneficio de centros de salud.
Además, en el país sudamericano un grupo de personas sordas e hipoacúsicas lanzó una campaña para que el personal esencial en hospitales, tiendas o el transporte usen máscaras de material transparentes que les permitan leer los labios. El video de una de sus activistas, Mónica Leguizamón, con dificultades para oír, se hizo viral.
Muchos piensan que las mascarillas no desaparecerán pronto.
“Llegó para quedarse, por lo menos una temporada muy larga”, dijo a AP el diseñador mexicano, León Campa, quien junto a su esposa Isabel conduce BENIK, un taller de costura en Guanajuato que antes hacía souvenirs con motivos mexicanos para el turismo y hoy confeccionan unos 500 barbijos diarios con similares estampados. “Va a tener un desarrollo natural”.
“El calzado, por ejemplo, sería como una buena manera de representarlo. Se puede estar sin él pero hay una ventaja de cierto tipo al usarlo y ha tenido una evolución impresionante no sólo en tamaño, estilos, colores, sino materiales”, consideró Campa.
En la otra punta del continente, la realidad parece darle la razón al mexicano: la semana pasada, cuando se reabrió el primer centro comercial en Santiago de Chile, junto con los pantalones y las blusas de media estación, las carteras y bisutería, las vidrieras lucían maniquíes con tapabocas estampados en combinación con la ropa.