CollaboratorsEducationHergit “Coco” LlenasHuman InterestImmigrationMid-SouthSocial Issues

La implementación del programa se encuentra con una realidad

 

Program Implementation Meets Reality

 

Hergit “Coco” Llenas

Directora Nacional de Acción Comunitaria Hispana

American Federation for Children

 

En los últimos dos años, he oído hablar de un fenómeno descrito como “la apatía de las familias de bajos ingresos” cuando se trata de mejorar y participar en la educación de sus hijos. Esta declaración, por lo general, proviene de personas que no han tenido la oportunidad de trabajar con este tipo de familias. Pero yo sí he tenido la oportunidad de hacer eso. En mi experiencia, el problema no es la apatía, sino que, de hecho, es mucho más profundo que eso. Déjame explicarte.

En septiembre del 2015, unos meses después de que la legislación de Nevada aprobara el Programa de Cuentas de Ahorro para la Educación (ESA), conocí a Nancy, una inmigrante mexicana, madre de tres niñas educadas y una ama de casa cuyo esposo trabaja en jardinería.

En esa calurosa tarde de septiembre, yo estaba ocupando mi primer puesto informativo en un evento en Las Vegas cuando Nancy se acercó a mi mesa. Hablamos sobre ESA, un programa nuevo y revolucionario que le permitiría tener acceso a fondos estatales para pagar CUALQUIER (!) opción educativa que ella considerara adecuada para sus tres hijas: escuela privada, educación en el hogar, academias virtuales, aprendizaje en línea, tutoría e incluso terapias. También discutimos sobre los desafíos legales que programas como éste han enfrentado en muchos estados. Después, le di algunos folletos en español y mi tarjeta de presentación. Nancy me dijo que estaba dispuesta a arriesgarse y probarlo.

Unos días más tarde, ella me contactó:

Coco, ¿por favor, me podrías ayudar a llenar los papeles de la ESA?, preguntó. Mi inglés es limitado y no quiero cometer un error.

– ¡Claro!, con mucho gusto. ¡Sería un placer para mí!, le respondí, súper emocionada de poder ayudar a mi primer cliente.

Acordamos que nos encontraríamos en su casa al día siguiente a las 9 a.m.

Como sabía que tenía que informar bien a las familias sobre el proceso de solicitud, anteriormente ya había entrado al sitio web del Tesorero de Nevada para aprender a navegar por el portal. Me llevó entre 20 y 25 minutos completar el proceso de solicitud de ESA. Basado en esta práctica, estimé que ayudar a Nancy con las aplicaciones de sus dos niñas en edad escolar no tomaría más de una hora.

Estaba equivocada. ¡Nos tomó casi toda la mañana!

Poco sabía que: 1) Aunque Nancy tenía una computadora, no sabía leer y escribir; 2) El escáner y su computadora no podían “hablarse entre sí” dado que se había perdido el cable de conexión y el dispositivo no estaba listo para Wi-Fi; 3) El escáner sin cable SÓLO nos permitía guardar los documentos escaneados en una memoria USB, que Nancy no tenía ni había oído hablar de tal cosa. Después de buscar el cable por un tiempo, y una vez que nos dimos cuenta de que no podíamos guardar los documentos, nos dirigimos a la tienda de Office Depot más cercana para comprar una memoria USB. El viaje entre la tienda y la casa de Nancy fue de 40 minutos (20 minutos para ir y 20 para regresar). Eran cerca de las 11 a.m. cuando regresamos a su casa.

Luego comenzamos a completar la solicitud en línea. En algunas ocasiones, fuimos “eliminadas” del sitio web y tuvimos que comenzar todo de nuevo. Para resumir, cuando finalmente completamos las dos aplicaciones, era casi el mediodía. Un proceso que tardó 20 minutos en completar en casa terminó siendo una prueba de tres horas para ella y una tarea de cuatro horas para mí (agregando el tiempo de viaje de ida y vuelta desde mi casa hasta la de ella).

Imaginemos si Nancy hubiera tenido que resolver este proceso por sí misma. Lo más probable es que hubiera tardado más tiempo o que se hubiese rendido antes de terminar. Además, a pesar de que el lenguaje era un factor limitante, su falta de conocimientos de informática era el problema real. Para muchas familias con las que he tenido contacto, el hecho de no tener una computadora y Wi-Fi en casa empeoró las cosas.

Afortunadamente, comenzamos a crear talleres en instalaciones de todo el estado con computadoras, Wi-Fi, voluntarios y escáneres para ayudar a los solicitantes con el proceso de solicitud. Las familias trabajadoras se presentaron en gran número, entusiasmadas y preparadas para hacer una diferencia en la educación de sus hijos.

La apatía nunca fue el problema y rara vez lo es para los padres que aman a sus hijos. El acceso al conocimiento para navegar por el sistema, la falta de recursos, la desinformación, las limitaciones del lenguaje, el hecho de sentirse intimidados por el papeleo y los formularios, entre muchos otros factores, son, por lo general, lo que disuade a los padres de participar. En nuestra lucha para garantizar que los padres en todo el país tengan el derecho de elegir cómo debe ser la educación de sus hijos, tengamos esto en cuenta antes de etiquetar a ciertos grupos como “apáticos”.

 

ENGLISH:

 

Over the last two years, I have heard talk of a phenomenon described as “the apathy of the low-income family” when it comes to the betterment of and involvement in their child’s education. This statement usually comes from individuals who have not had the opportunity to work with these kinds of families. But I have. In my experience, the problem is not apathy, but, in fact, it runs much deeper than that. Let me explain.

On September 2015, a few months after the Nevada legislation passed the Education Savings Account program (ESA), I met Nancy, a Mexican immigrant, mother of three well-mannered girls, and a stay-at-home mom whose husband works in landscaping.

On that warm afternoon in September, I was manning my first informational booth at an event in Las Vegas when Nancy approached my table. We talked about the ESA, a new and revolutionary program, which would allow her to have access to state funds to pay for ANY(!) educational choices she deemed suitable for her three girls: private school, home based education, virtual academies, online learning, tutoring, even therapies. We also discussed the legal challenges that programs like this had faced in many states. Afterwards, I gave her some flyers in Spanish and my business card. Nancy told me she was willing to take her chances and give it a try.

A few days later, she contacted me:

Coco, ¿por favor, me podrías ayudar a llenar los papeles de la ESA? (could you, please, help me fill out the ESA application?), she asked. Mi inglés es limitado y no quiero cometer un error (My English is limited, and I do not want to make a mistake.)

– ¡Claro, con mucho gusto! (Of course, it would be my pleasure!), I answered, super excited to be able to assist my first client.

We agreed that we would meet at her house the next day at 9 a.m.

Since I was expected to inform families about the application process, I had previously surfed the Nevada Treasurer’s website to learn how to navigate the portal. It took me about 20-25 minutes to complete the ESA application process. Based on this practice run, I estimated that helping Nancy with the applications of her two school-aged girls would not take longer than an hour.

I was wrong. It took us almost the entire morning!

Little did I know that: 1. Although Nancy owned a computer, she was not computer literate. 2. The scanner and her desk top could not “talk to each other” given that she lost the connecting cable, and the device was not Wi-Fi ready. 3. The cable-less scanner would ONLY allow us to save the scanned documents on a flash drive, which Nancy did not have nor had she ever heard of such a thing. After looking for the cable for a while, and once we figured out that we could not save the documents, we headed to the nearest Office Depot to purchase a flash drive. The drive between the store and Nancy’s house was 20 minutes each way. It was close to 11 am when we made it back to her house.

We then started to fill out the application online. On a few occasions, we were “dropped” from the website, and had to start all over again. Long story short, when we finally completed the two applications, it was almost noon. A process that took me 20 minutes to complete at home ended up being a three-hour ordeal for her and a four-hour task for me (adding the travel time back and forth from my house to hers).

Let’s imagine if Nancy would’ve had to figure this process out by herself. Chances are that it would have taken her even longer, or she would have given up before finishing. Furthermore, even though the language was a limiting factor, her lack of computer skills was the real problem. For many families that I’ve come in contact with, not having a computer and Wi-Fi at home made matters worse.

Thankfully, we eventually started creating workshops in facilities around the state that were equipped with computers, Wi-Fi, volunteers and scanners to assist applicants with the application process. Working families showed up in big numbers prepared and enthusiastic about making a difference in their children’s education.

Apathy was never the issue and rarely is for parents who love their children. Access to the knowledge to navigate the system, lack of resources, disinformation, language limitations, feeling intimidated by paperwork and forms, among many other factors are usually what deters parents from participating. In our fight to ensure that parents across this country are given the right to choose how their child is educated, let’s keep this in mind before tagging certain groups with labels such as apathetic.

 

 

Porque creemos que todos nuestros niños merecen tener acceso a una educación de alta calidad, nosotros promovemos y defendemos la Opción Escolar. Somos la American Federation for Children y estamos trabajando en Tennessee para crear más oportunidades educativas para nuestra comunidad. Visítenos en http://www.federationforchildren.org y/o escríbanos a CLLenas@FederationForChildren.org. Estamos para servirle.

 

 

Related Articles

Check Also
Close
Back to top button